Epílogo

 

Por Swami Kriyananda

   Paramhansa Yogananda terminaba su extraordinario libro con una breve mención a su plan de fundar la primera “colonia mundial”, como él la llamaba, en Encinitas, California. Le oí a menudo exhortar a sus audiencias a unirse en “colonias de fraternidad mundial”. Este concepto de “colonias” era fundamental en su misión. Las comunidades espirituales, decía, inspirarían a millones de personas de todo el mundo a vivir en paz, y con el tiempo servirían como modelos de armonía internacional. Su sueño era que las naciones de la tierra vivieran juntas en amistad en este nuestro hogar común planetario.

   Todos los seres humanos deben considerarse, enseñaba, “ciudadanos del mundo”. Los párrafos finales de su libro contienen la conmovedora declaración: “A una persona que siente realmente, ‘El mundo es mi hogar, es mi América, mi India, mi Filipinas, mi Inglaterra, mi África’, no le faltarán jamás oportunidades para tener una vida útil y feliz. Su natural orgullo local conocerá una expansión sin límites; estará en contacto con corrientes creativas universales”.

   Desafortunadamente, durante los años de actividad excepcional que le quedaban, no le fue posible hacer su sueño realidad. La declaración citada más arriba fue suprimida de las posteriores ediciones de este libro. Sus esperanzas de fundar una “colonia de fraternidad mundial” tuvieron que ser pospuestas a un tiempo en que él ya no estaba en su cuerpo físico. Debo añadir que fue él mismo quien llevó a cabo, o al menos aprobó, su eliminación. ¡No quería que los lectores hicieran las maletas y se trasladaran inmediatamente a una comunidad que todavía-no-existía! No obstante, espero y creo con cariño, que su sueño de un modelo de “colonia de fraternidad mundial” llegará a hacerse algún día realidad, en el propio Encinitas.

   Pues su eliminación del libro no indicaba un “cambio de opinión”, como insistió ante mí un condiscípulo años después. Durante los tres años y medio que viví con él, antes de entrar en su definitivo mahasamadhi, le oí hablar con frecuencia sobre la necesidad de “colonias de fraternidad mundial” en nuestra era. Su retirada del libro no significa de ninguna manera que su interés en ellas hubiera disminuído.

   El 31 de Julio de 1949 le oí hablar en una reunión al aire libre en Beverly Hills, famosa por sus actividades de “alta sociedad”. (¡Qué lugar, pensé, y qué ocasión para esta encendida exhortación!). Fue el discurso más conmovedor que jamás le había oído. Su charla se centró en las “colonias de fraternidad mundial”. Sin duda los setecientos invitados habían esperado algunas educadas expresiones de reconocimiento a “nuestros anfitriones” y sonrientes palabras de gratitud por el “delicioso” entretenimiento. ¡Ninguno soñaba con ser sacudido por una arenga de tal poder divino! El Maestro comentó más tarde, “Dios habló a través de mí”. He descrito este acontecimiento en mi libro, El Sendero.

   “Nunca”, escribí, “había imaginado que el poder de la palabra humana pudiera ser tan grande; fue la conferencia más emocionante que yo he escuchado jamás.

   “‘Este día’, tronó, subrayando cada palabra, ‘marca el nacimiento de una nueva era. Mis palabras son grabadas en el éter, en el Espíritu de Dios, y moverán Occidente… Debemos marchar, no sólo quienes estamos aquí, sino miles de jóvenes deben ir al Norte, al Sur, al Este y el Oeste, para cubrir la tierra de pequeñas colonias, demostrando que la vida sencilla más el pensamiento elevado conducen a la mayor felicidad’”.

   “Agrupaos en comunidades espirituales”, alentaba con frecuencia a sus audiencias. “Dedicad la vida al servicio a Dios y la divina meditación. Ése es el camino de la paz y la armonía interior. ¿Qué más queréis de la vida? Tened recursos comunes. Reunid vuestras principales actividades en un único lugar: trabajo, casa, sitio para el culto y escuelas para enseñar a los niños los principios de ‘cómo vivir’. Esta forma de vida os dará todo cuanto necesitais: paz mental, libertad interior y, por encima de todo, ¡felicidad!”.

   Después de este discurso prometí hacer cuanto estuviera en mi mano por ayudar a que este sueño se realizara. Poco después comenzó a decirme, “Tienes un gran trabajo que hacer, Walter”. (Ésa era su peculiar forma especial de llamarme). Desde entonces me repitió muchas veces las mismas palabras, pronunciándolas de tal forma que eran una advertencia, no un cumplido.

   Su concepto de la comunidad no era una simple fantasía, lanzada a la ligera, quizá en un té; no era la clase de cosas sobre las que fácilmente se puede “cambiar de opinión” más tarde. Este concepto era fundamental en la misión de su vida. Lo afirma claramente también en su “Aims and Ideals” (“Propósitos e Ideales”). Por desgracia estos “Aims” (“Propósitos”) fueron modificados años después para ajustarlos a la percepción de ciertos discípulos según los cuales su visión de la obra había “cambiado”. (Como si un fervor tan intenso, ¡y de un maestro!, pudiera jamás replegarse).

   En la ocasión histórica del banquete en honor de Binay R. Sen, el embajador de la India, al final del cual el Maestro dejó su cuerpo (otros dos discípulos que todavía viven actualmente y yo fuimos bendecidos con estar presentes esa tarde), declaró con emoción su creencia en que las virtudes especiales de cada nación deberían combinarse en cooperación amistosa. Para él la cooperación fue siempre un tema básico: ¡su misión no fue sólo fundar un monasterio!

   Sólo cuatro meses antes de su defunción, declaró su creencia de toda la vida en las “colonias de fraternidad mundial” a Kamala Silva, una cercana discípula que había ido a visitarle. Más tarde Kamala recogió estas palabras en su inspirador libro de recuerdos, The Flawless Mirror.

   Yo he tenido la fortuna, por la gracia del Gurú y de Dios, de hacer realidad su visión de la “colonia de fraternidad mundial”. Fundé la primera comunidad Ananda Sangha en Agosto de 1968, consagrada al espíritu, las enseñanzas y los ideales de Paramhansa Yogananda.

   Hoy, Marzo de 2004, las comunidades de Ananda son siete en total. Demuestran que es posible para personas procedentes de distintos ambientes vivir juntas en armonía espiritual. Estas comunidades están situadas en los estados norteamericanos de California, Oregón, Washington y Rhode Island, y en Italia, cerca de Asís. Juntas reúnen a unos mil residentes. Miles de personas más están asociadas con estas comunidades y practican las enseñanzas del gran Gurú. Y miles más vienen anualmente de todo el mundo a visitar las comunidades, aprender las enseñanzas del Maestro y estudiar cómo establecer comunidades en sus zonas.

   Mi sueño actual es fundar un modelo de comunidad Ananda Sangha en la India. Treinta y seis años de experiencia en este campo sin duda convencerán a la gente de que la idea ha sido lo bastante probada en el duro suelo de esta tierra. ¡La idea funciona! Las comunidades de Ananda Sangha dan cumplimiento en parte a la gran herencia que Paramhansa Yogananda legó al mundo.

   ¡Que todos los hombres comprendan que las personas pueden realmente vivir juntas vidas útiles y productivas en paz y armonía! Las comunidades de Ananda no son pueblos normales, en los que el chismorreo y el interés personal socavan la tranquilidad de sus habitantes. Estas comunidades han demostrado una forma de vida que conduce, tal como lo señaló mi Gurú, “¡a la mayor armonía y felicidad interior!”.

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