Capítulo 34

La Materialización de un Palacio en el Himalaya

   “El primer encuentro de Babaji con Lahiri Mahasaya es una historia cautivadora y una de las pocas que nos da una visión en detalle del inmortal gurú”.

   Estas palabras fueron el preámbulo de Swami Kebalananda a un relato maravilloso. La primera vez que lo contó me sentí literalmente hechizado. En muchas otras ocasiones engatusé a mi amable profesor de sánscrito para que repitiera la historia, que más tarde Sri Yukteswar me contó básicamente con las mismas palabras. Ambos discípulos de Lahiri Mahasaya habían oído la asombrosa historia directamente de labios de su gurú.

   “Mi primer encuentro con Babaji tuvo lugar cuando yo contaba treinta y tres años”, había dicho Lahiri Mahasaya. “En el otoño de 1861 ocupaba el puesto de contable del gobierno en el Departamento de Ingeniería Militar, en Danapur. Una mañana, el director de la oficina me llamó.

   “‘Lahiri’, dijo, ‘acaba de llegar un telegrama de nuestra oficina principal. Vas a ser trasladado a Ranikhet, donde está comenzando a establecerse un puesto del ejército’1.

   “Salí con un sirviente para hacer el viaje de 800 Km. Viajando a caballo y en calesa, llegamos a Ranikhet2, en el Himalaya, en treinta días.

   “Mis obligaciones oficiales no eran pesadas; podía pasar muchas horas del día vagando por las magníficas colinas. Me llegó el rumor de que grandes santos bendecían la región con su presencia; sentí un extraño deseo de verlos. Durante una excursión, a primeras horas de la tarde, quedé asombrado al oír una voz distante que pronunciaba mi nombre. Continué mi vigorosa ascensión al Drongiri Mountain. Me acosaba un ligero desasosiego al pensar que probablemente no podría desandar lo andado antes de que la oscuridad descendiera sobre la jungla.

   “Finalmente llegué a un pequeño claro flanqueado por paredes rocosas salpicadas de cuevas. En una de las cornisas rocosas había un hombre joven de pie, sonriente, que extendía la mano para saludarme. Observé con asombro que, excepto por el color cobrizo de su pelo, se parecía extraordinariamente a mí.

   “‘¡Lahiri, has venido!’. El santo se dirigió a mí cariñosamente en hindi. ‘Descansa en esta cueva. Fui yo quien te llamó’.

   “Entré en una pequeña gruta bien cuidada, en la que había varias mantas de lana y algunos kamandulus (platillos para la limosna).

   “‘Lahiri, ¿recuerdas este asiento?’. El yogui señaló una manta doblada que estaba en un rincón.

   “‘No, señor’. Algo aturdido por lo extraño de mi aventura, añadí, ‘Ahora debo marcharme, antes de que caiga la noche. Tengo que estar en la oficina por la mañana’.

   “El misterioso santo respondió en inglés, ‘La oficina fue creada para ti, no tú para la oficina’.

   “Me quedé mudo de asombro al ver que este asceta del bosque no sólo hablaba inglés, sino que además parafraseaba las palabras de Cristo3.

   “‘Veo que mi telegrama surtió efecto’. El comentario del yogui me resultó incomprensible; pregunté su significado.

   “‘Me refiero al telegrama que te trajo a estos aislados parajes. Fui yo quien sugirió silenciosamente a tu superior que fueras trasladado a Ranikhet. Cuando se siente la unión con la humanidad, todas las mentes se convierten en estaciones emisoras con las que podemos operar a voluntad’. Añadió amablemente, ‘Lahiri, ¿no es cierto que esta cueva te resulta familiar?’.

   “Como yo permanecía en silencio, perplejo, el santo se acercó y me golpeó ligeramente en la frente. A su toque magnético, una maravillosa corriente se extendió por mi cerebro, liberando las semillas de los dulces recuerdos de mi vida anterior.

   “‘¡Lo recuerdo!”. Mi voz estaba ahogada por sollozos de alegría. ‘¡Tú eres mi gurú Babaji, que siempre me has pertenecido! En mi mente surgen vivamente escenas del pasado; aquí, en esta cueva, pasé muchos años de mi última encarnación!’. Como me abrumaban recuerdos inefables, me abracé llorando a los pies de mi maestro.

   “‘Te he esperado aquí durante más de tres decenios, ¡esperando que volvieras a mí!’. La voz de Babaji sonaba con amor celestial. ‘Te escabulliste y desapareciste en las olas tumultuosas de la vida más allá de la muerte. La varita mágica de tu karma te tocó ¡y te fuiste! Aunque me perdiste de vista, ¡yo jamás te perdí de vista a ti! Te seguí por encima de los luminosos mares astrales donde navegan los ángeles gloriosos. A través de la oscuridad, la tormenta, la agitación y la luz, te seguí, como un ave cuida a su polluelo. Cuando tu vida en el útero materno llegó a su término y surgiste como una criatura, mis ojos te vigilaban siempre. Cuando en tu niñez escondías tu pequeño cuerpo bajo las arenas de Nadia, ¡yo estaba invisiblemente presente! Pacientemente, mes tras mes, año tras año, he velado por ti, esperando este día perfecto. ¡Ahora estás conmigo! ¡Mira, ésta es tu cueva, antaño amada! La he mantenido limpia y preparada para ti. ¡Aquí está tu sagrada manta para asana, en la que te sentabas diariamente para llenar tu expansivo corazón de Dios! ¡Contempla allí tu cuenco, del que con frecuencia bebías el néctar que yo preparaba! ¡Observa qué limpio y brillante he mantenido el latón, para que puedas volver a beber! Hijo mío, ¿comprendes ahora?’.

   “‘Gurú mío, ¿qué puedo decir?’ murmuré entrecortadamente. ‘¿Cuándo se ha oído jamás hablar de tal amor inmortal?’. Miré larga y extasiadamente a mi tesoro eterno, mi gurú en la vida y la muerte.

   “‘Lahiri, necesitas purificación’. Bebe el aceite de este cuenco y tiéndete junto al río’. La sabiduría práctica de Babaji, reflexioné con una rápida sonrisa al recordarlo, fue siempre notable.

   “Obedecí sus instrucciones. Auque estaba descendiendo la glacial noche del Himalaya, en cada célula de mi cuerpo comenzó a vibrar una reconfortante y cálida radiación interior. Yo me sentía maravillado. ¿Estaba el desconocido aceite dotado de calor cósmico?

   “Gélidos vientos azotaban a mi alrededor en la oscuridad, lanzando un temible desafío. Las frías olas del río Gogash iban y venían lamiendo mi cuerpo, extendido en la orilla rocosa. Los tigres aullaban a mi lado, pero mi corazón estaba libre de miedo; la rebosante fuerza que acababa de generarse en mi interior, me transmitía una segura e incontestable protección. Pasaron rápidamente varias horas; recuerdos desvaídos de otra vida se entretejían en el actual y brillante dibujo de la reunión con mi gurú divino.

   “Mis solitarias meditaciones fueron interrumpidas por el sonido de unos pasos que se acercaban. En la oscuridad, la mano suave de un hombre me ayudó a ponerme de pie y me dio ropas secas.

   “‘Vamos, hermano’, dijo mi compañero. ‘El maestro te espera’.

   “Marcó el camino a través del bosque. La sombría noche se iluminó de pronto con una luz fija en la distancia.

   “‘¿Puede estar saliendo el sol?”, pregunté. ‘¿Ha pasado la noche?’.

   “‘Es medianoche’. Mi guía se rió con ternura. ‘Aquella luz es el resplandor de un palacio de oro, materializado aquí, esta noche, por el incomparable Babaji. En un pasado remoto expresaste una vez el deseo de disfrutar de la belleza de un palacio. Nuestro maestro satisface ahora tu deseo, así te liberarás de las cadenas del karma’4. Añadió, ‘El magnífico palacio será esta noche escenario de tu iniciación en Kriya Yoga. Todos tus hermanos que están aquí se unen en un himno de alegría, regocijándose del final de tu largo exilio. ¡Mira!’

   “Ante mí se alzaba un enorme palacio de deslumbrante oro. Salpicado de joyas y colocado en medio de jardines, presentaba un espectáculo de grandeza sin parangón. Santos de rostro angélico estaban situados junto a las resplandecientes verjas, casi rojas por el brillo de los rubíes. En los arcos decorativos había incrustados diamantes, perlas, zafiros y esmeraldas de gran tamaño y brillo.

   “Seguí a mi compañero hasta la espaciosa sala de recepción. En el aire flotaba olor de incienso y rosas; tenues lámparas derramaban una difusa luz multicolor. Los devotos, algunos de piel clara, otros de piel oscura, aparecían en pequeños grupos, cantando o sentados en postura meditativa, inmersos en la paz interior. Una vibrante alegría empapaba la atmósfera.

   “‘Regálate la vista; disfruta del artístico esplendor de este palacio, pues ha sido creado únicamente en tu honor’. Mi guía sonrió comprensivo cuando hice algunas exclamaciones de asombro.

   “‘Hermano’, dije, ‘la belleza de esta construcción sobrepasa los límites de la imaginación humana. Por favor, cuéntame el misterio de su origen’.

   “‘Te informaré gustosamente’. Los oscuros ojos de mi compañero centelleaban de sabiduría. ‘En realidad no hay nada inexplicable en esta materialización. Todo el cosmos es un pensamiento materializado del Creador. Este pesado terrón que es la tierra, flotando en el espacio, es un sueño de Dios. Él lo hizo todo a partir de Su conciencia, tal como la conciencia del hombre, cuando sueña, reproduce y da vida a su propia creación.

   “‘Dios creó la tierra primero como una idea. Después la aceleró; surgió la energía atómica. Coordinó los átomos en una esfera sólida. Todas sus moléculas se mantienen unidas por la voluntad de Dios. Cuando retire Su voluntad, la tierra se desintegrará de nuevo en energía. La energía se disolverá en conciencia; la idea-tierra desaparecerá de la objetividad.

   “‘La sustancia de un sueño se mantiene materializada por el pensamiento subconsciente de quien sueña. Cuando al despertar ese pensamiento cohesivo se retira, el sueño y sus elementos se disuelven. Un hombre cierra los ojos y erige un sueño-creación que, al despertar, desmaterializa forzosamente. Sigue el modelo divino arquetípico. Del mismo modo, cuando se despierta en la conciencia cósmica, desmaterializa sin esfuerzo la ilusión del sueño cósmico.

   “‘Siendo uno con la Voluntad infinita que realiza todo, Babaji puede pedir a los átomos elementales que se combinen y se manifiesten de cualquier forma. Este palacio de oro, creado instantáneamente, es real, tal como esta tierra es real. Babaji creó esta mansión palaciega con su mente y mantiene sus átomos unidos con su fuerza de voluntad, tal como Dios creó esta tierra y la mantiene intacta’. Añadió, ‘Cuando esta construcción haya cumplido su objetivo, Babaji la desmaterializará’.

   “Como yo permanecía en silencio, impresionado, mi guía hizo un gesto amplio. ‘Este reluciente palacio, soberbiamente adornado con joyas, no ha sido construido con el esfuerzo humano ni con oro y gemas extraídas con dificultad de una mina. Se mantiene sólido como un monumental reto al hombre5. Quien se vea a sí mismo como hijo de Dios, tal como hizo Babaji, puede alcanzar cualquier meta gracias a los infinitos poderes ocultos en su interior. Una piedra corriente encierra el extraordinario secreto de la energía atómica6; del mismo modo, un mortal es ya una fuente inagotable de divinidad’.

   “El sabio tomó de una mesa cercana un elegante jarrón, cuyas asas centelleaban de diamantes. ‘Nuestro gran gurú creó este palacio solidificando miríadas de rayos cósmicos libres’, continuó. ‘Toca este jarrón y sus diamantes; pueden pasar todas las pruebas de la experiencia sensorial’.

   “Examiné el jarrón y pasé la mano por los muros de la habitación, engrosados con espejeante oro. Cada una de las joyas espléndidamente prodigadas, era digna de la colección de un rey. Mi mente se colmó de una profunda satisfacción. Un deseo sumergido, oculto en mi subconsciente desde vidas pasadas, pareció ser satisfecho y apagado a la vez.

   “A través de arcos y pasillos adornados, mi majestuoso compañero me condujo a una serie de habitaciones ricamente amuebladas al estilo de un palacio imperial. Entramos en una inmensa sala. En el centro estaba dispuesto un trono de oro, incrustado de joyas que derramaban una deslumbrante mezcla de colores. Allí, en postura de loto, estaba sentado el supremo Babaji. Me arrodillé en el brillante suelo a sus pies.

   “‘Lahiri, ¿todavía estás disfrutando de tus oníricos deseos de un palacio de oro?’. Los ojos de mi gurú centelleaban como zafiros. ‘¡Despierta! Todos tus anhelos terrenales van a ser satisfechos para siempre’. Murmuró unas palabras místicas de bendición. ‘Hijo mío, levántate. Recibe tu iniciación en el reino de Dios por medio de Kriya Yoga’.

   “Babaji extendió su mano; apareció un fuego homa (sacrifical), rodeado de frutas y flores. Recibí la liberadora técnica yóguica en este encendido altar.

   “Los rituales terminaron cuando comenzaba a amanecer. En mi estado de éxtasis no sentía necesidad de dormir y deambulé por el palacio, lleno por todas partes de tesoros e inapreciables objetos artísticos. Al descender a los magníficos jardines, observé, muy cerca, las mismas cuevas y estériles cornisas montañosas que ayer presumían de su falta de proximidad a cualquier palacio o terraza florida.

   “Volviendo a entrar en el palacio, que brillaba fabulosamente bajo el frío sol del Himalaya, busqué a mi maestro. Todavía estaba sentado en el trono, rodeado de muchos discípulos silenciosos.

   “‘Lahiri, tienes hambre’. Babaji añadió, ‘Cierra los ojos’.

   “Cuando los abrí de nuevo, el palacio encantado y sus pintorescos jardines habían desaparecido. Mi propio cuerpo y los de Babaji y el grupo de chelas estaban ahora sentados en el suelo desnudo, en el sitio exacto del desvanecido palacio, no lejos de las entradas a las grutas iluminadas por el sol. Recordé que mi guía había comentado que el palacio se desmaterializaría, liberándose sus átomos cautivos en el pensamiento-esencia del que habían surgido. Aunque anonadado, miré confiado a mi gurú. No sabía qué más podía esperar en este día de milagros.

   “‘El objetivo por el que se creó el palacio ya se ha cumplido’, explicó Babaji. Levantó un recipiente de barro del suelo. ‘Pon aquí tu mano y recibirás cualquier alimento que desees’.

   “Tan pronto como toqué el ancho cuenco vacío, se colmó de calientes luchis fritos en mantequilla, curry y dulces extraños. Me serví, observando que el recipiente estaba siempre lleno. Al terminar la comida busqué agua a mi alrededor. Mi gurú me señaló el cuenco que tenía ante mí. ¡La comida había desaparecido!; en su lugar había agua, tan clara como si procediese de un manantial en las montañas.

   “‘Pocos mortales saben que el reino de Dios incluye el reino de las satisfacciones terrenales’, observó Babaji. ‘El reino divino comprende al terrenal, pero este último, siendo ilusorio, no puede incluir la esencia de la realidad’.

   “‘¡Amado gurú, la pasada noche me mostraste el vínculo entre la belleza del cielo y de la tierra!’. Sonreí recordando el desvanecido palacio; ¡probablemente ningún yogui ha recibido jamás la iniciación en los augustos misterios del Espíritu, en un ambiente de lujo tan impresionante! Observé con tranquilidad el absoluto contraste con la presente escena. El adusto suelo, el cielo como techo, las cuevas ofreciendo su primitiva protección, todo parecía un refinado escenario natural para los seráficos santos que estaban a mi alrededor.

   “Aquella tarde me senté en mi manta, santificado por los recuerdos de lo alcanzado en vidas pasadas. Mi gurú divino se me acercó y me pasó la mano por la cabeza. Entré en el estado de nirbikalpa samadhi, permanecí en ese gozo ininterrumpidamente durante siete días. Cruzando los sucesivos estratos del autoconocimiento, penetré en los reinos inmortales de la realidad. Todas las limitaciones engañosas se derrumbaron; mi alma estaba totalmente establecida en el altar eterno del Espíritu Cósmico. Al octavo día caí a los pies de mi gurú y le rogué que me mantuviera siempre cerca de él, en este desierto lugar sagrado.

   “‘Hijo mío’, dijo Babaji abrazándome, ‘en esta encarnación tienes que jugar tu papel en un escenario externo. Bendecido desde antes de nacer por muchas vidas de meditación solitaria, ahora debes mezclarte en el mundo de los hombres.

   “‘Un objetivo profundo refuerza el hecho de que no me encontraras hasta que no fueras ya un hombre casado, con modestas responsabilidades laborales. Debes dejar a un lado la idea de unirte a nuestro grupo secreto en el Himalaya; tu vida reside en los centros llenos de actividad, sirviendo como ejemplo de un hombre de familia ideal.

   “‘El llanto de muchos hombres y mujeres desconcertados no ha dejado de ser escuchado por los Grandes’, prosiguió. ‘Has sido elegido para llevar alivio espiritual, a través de Kriya Yoga, a muchos buscadores sinceros. Los millones de seres que están cargados por las ataduras familiares y las pesadas tareas mundanas, cobrarán nuevos ánimos gracias a ti, un hombre de familia como ellos. Debes guiarles para que vean que los elevados logros del yoga no están vedados al hombre de familia. Incluso en el mundo, el yogui que cumpla fielmente sus responsabilidades, sin apego o móvil personal, caminará por el seguro sendero de la iluminación.

   “‘No hay necesidad de que dejes el mundo, pues interiormente ya has roto todos los lazos kármicos. Sin pertenecer a este mundo, debes estar en él. Todavía tendrás que cumplir concienzudamente con tus deberes familiares, laborales, cívicos y espirituales durante muchos años. Un dulce y nuevo aliento de esperanza divina entrará en los áridos corazones de los hombres del mundo. De tu equilibrada vida aprenderán que la liberación depende de la renuncia interna, no externa’.

   “¡Qué remotos parecían, escuchando a mi gurú en las soledades del alto Himalaya, mi familia, la oficina, el mundo! Sin embargo en sus palabras resonaba una verdad adamantina; acepté sumisamente dejar este bendito refugio de paz. Babaji me instruyó en las antiguas y rígidas normas que gobiernan la transmisión del arte del yoga de gurú a discípulo.

   “‘Ofrece la llave de Kriya sólo a chelas cualificados’, dijo Babaji. ‘Quien se comprometa a sacrificarlo todo en la búsqueda de la Divinidad, es apto para desentrañar los últimos misterios de la vida gracias a la ciencia de la meditación’.

   “‘Angélico gurú, puesto que ya has favorecido a la humanidad resucitando el perdido arte de Kriya, ¿no aumentarás ese beneficio suavizando los estrictos requisitos del discipulado?’. Miré a mi gurú suplicante. ‘Te ruego que me permitas comunicar Kriya a todos los buscadores, aunque al principio no puedan comprometerse a una renuncia interior completa. Los atormentados hombres y mujeres del mundo, perseguidos por el triple sufrimiento7, necesitan un aliento especial. Quizá nunca intenten el camino hacia la libertad si no se les revela la iniciación en Kriya’.

   “‘Que sea así. El deseo divino se ha expresado a través de ti’. Con estas simples palabras, el compasivo gurú retiró las rigurosas protecciones que durante siglos habían ocultado Kriya al mundo. ‘Da libremente Kriya a todo el que te pida humildemente ayuda’.

    “Tras un silencio, Babaji añadió, ‘Repite a cada uno de tus discípulos la majestuosa promesa del Bhagavad Gita: “Swalpamasya dharmasya, trayata mahato bhoyat”, “Incluso un poco de práctica de esta religión te salvará de desesperados miedos y sufrimientos colosales”.

   “Cuando a la mañana siguiente me arrodillé a los pies de mi gurú para recibir su bendición de despedida, él se dio cuenta de que era reacio a dejarle.

   “‘Amado hijo, para nosotros no existe la separación’. Me tocó el hombro con cariño. “‘Estés donde estés, siempre que me llames, estaré contigo al instante’.

   “Emprendí el camino de regreso consolado por su maravillosa promesa y enriquecido con el oro de la sabiduría de Dios recientemente encontrado. En la oficina fuí bienvenido por mis compañeros, que durante diez días me habían creído perdido en las junglas del Himalaya. Pronto llegó una carta de la oficina principal.

   “‘Lahiri debe volver a la oficina de Danapur’, decía. ‘Su traslado a Ranikhet fue un error. Debería haber sido enviado otro hombre para asumir las tareas en Ranikhet’.

   “Sonreí, pensando en las ocultas contracorrientes de acontecimientos que me habían conducido al lugar más recóndito de la India.

   “Antes de volver a Danapur8, pasé unos días con una familia bengalí en Moradabad. Para recibirme se reunió un grupo de seis amigos. Como llevé la conversación hacia temas espirituales, mi anfitrión observó sombrío:

   “‘¡Ah, actualmente la India está desprovista de santos!’.

   “‘Babu’, protesté con calor, ‘¡sin lugar a dudas todavía hay grandes maestros en este país!’.

   “Con el ánimo exaltado de fervor, me sentí impulsado a contar mis extraordinarias experiencias en el Himalaya. La pequeña compañía era educadamente incrédula.

   “‘Lahiri’, dijo un hombre en tono tranquilizador, ‘su mente ha estado sometida a gran tensión en el aire enrarecido de la montaña. Lo que está usted contando es una ilusión’.

   “Ardiendo de entusiasmo por la verdad, hablé sin pensarlo debidamente. ‘Si le llamo, mi gurú aparecerá de inmediato en esta casa’.

   “En todos los ojos brilló el interés; no es sorprendente que el grupo anhelara contemplar a un santo materializado de forma tan extraña. Un poco reticente, pedí una habitación tranquila y dos mantas de lana nuevas.

   “‘El maestro se materializará del éter’, dije. ‘Permanezcan en silencio al otro lado de la puerta; enseguida les llamaré’.

   “Me sumergí en el estado meditativo, convocando humildemente a mi gurú. La oscura habitación se llenó muy pronto de una débil aura de luz de luna; emergió la luminosa figura de Babaji.

   “‘Lahiri ¿me llamas por una nimiedad?’. El maestro me miraba severo. ‘La verdad es para los buscadores sinceros, no por una curiosidad vana. Es fácil creer cuando se ve; en ese caso no se puede negar nada. La verdad suprasensorial está reservada, y es descubierta, por quienes superan su escepticismo materialista’. Añadió gravemente, ‘¡Déjame marchar!’.

   “Caí suplicante a sus pies. ‘Sagrado gurú, comprendo mi grave error; te pido perdón humildemente. Me atreví a llamarte para crear fe en estas mentes espiritualmente ciegas. Ya que has aparecido amablemente a mi ruego, por favor, no te marches sin ofrecer una bendición a mis amigos. Aunque sean incrédulos, al menos están ansiosos por conocer la verdad de mis extrañas afirmaciones’.

   “‘Muy bien; me quedaré un momento. No quiero desacreditarte delante de tus amigos’. El rostro de Babaji se dulcificó, pero añadió cortésmente, ‘Hijo mío, de ahora en adelante vendré cuando me necesites y no siempre que me llames’9.

   “Cuando abrí la puerta, en el pequeño grupo reinaba un tenso silencio. Mis amigos miraron fijamente la brillante figura sentada en la manta como si no creyeran lo que estaban viendo.

   “‘¡Esto es hipnotismo colectivo!’. Uno de los hombres se rió abiertamente. ‘Nadie pudo entrar en esta habitación sin que nos diéramos cuenta!’.

   “Babaji avanzó sonriendo e indicó a cada uno que tocara la carne cálida y sólida de su cuerpo. Disipadas las dudas, mis amigos se postraron en el suelo con reverencia y arrepentimiento.

   “‘Que se prepare halua10. Comprendí que Babaji pedía esto para que el grupo estuviera más seguro de su realidad física. Mientras se cocía la papilla, el divino gurú conversó afablemente. La conversión de estos dubitativos Tomases en devotos San Pablos fue sorprendente. Después de comer, Babaji bendijo a cada uno por separado. Se produjo un destello repentino; fuimos testigos de la desintegración química instantánea de los electrones del cuerpo de Babaji, que produjo una difusa y vaporosa luz. El maestro, por medio de su fuerza de voluntad sintonizada con Dios, había dejado en libertad la masa de átomos de éter que hasta ese momento permanecían reunidos formando su cuerpo; de inmediato los trillones de minúsculos vitatrones chispearon fundiéndose en la reserva infinita.

   “‘He visto con mis propios ojos al conquistador de la muerte’. Dijo con reverencia Maitra11, uno de los del grupo. Su rostro estaba transfigurado por el júbilo de su reciente despertar. ‘El supremo gurú jugó con el tiempo y el espacio como un niño juega con pompas de jabón. He contemplado a alguien que posee las llaves del cielo y la tierra’.

   “Regresé pronto a Danapur. Firmemente anclado en el Espíritu, volví a asumir las diversas tareas y obligaciones familiares de un cabeza de familia”.

   Lahiri Mahasaya también relató a Swami Kebalananda y Sri Yukteswar la historia de otro encuentro con Babaji, en circunstancias que recuerdan la promesa del gurú; “Vendré siempre que me necesites”.

   “El escenario fue una Kumbha Mela en Allahabad”, contó Lahiri Mahasaya a sus discípulos. “Había ido en unas cortas vacaciones de trabajo. Mientras paseaba entre la multitud de monjes y sadhus que habían llegado desde grandes distancias para asistir al festival sagrado, observé a un asceta cubierto de ceniza que sostenía un platillo de limosna. Me asaltó el pensamiento de que el hombre era un hipócrita, que llevaba los símbolos exteriores de la renuncia sin la correspondiente gracia interior.

   “Apenas había dejado atrás al asceta, cuando mis sorprendidos ojos cayeron sobre Babaji. Estaba arrodillado frente a un anacoreta de pelo enmarañado.

   “‘¡Guruji!’, me precipité hacia él. ‘Señor, ¿qué está haciendo aquí?’.

   “‘Estoy lavando los pies de este renunciante y después limpiaré sus utensilios de cocina’. Babaji me sonrió como un niño pequeño; comprendí que estaba dándome a entender que no criticara a nadie, sino que viera al Señor residiendo por igual en todos los templos-cuerpos, sean de hombres superiores o inferiores. El gran gurú añadió, ‘Sirviendo a los sadhus sabios e ignorantes, estoy aprendiendo la mayor de las virtudes, que complace a Dios por encima de todas las demás, humildad’”.

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1 Actualmente sanatorio militar. En 1861, el gobierno británico había establecido ya algunas comunicaciones telegráficas. Volver

2 Ranikhet, en el distrito Almora de las Provincias Unidas, está situado a los pies de Nanda Devi, el pico más alto del Himalaya (7.827) en la India Británica. Volver

3 “El sábado fue hecho para el hombre, no el hombre para el sábado”, Marcos 2:27. Volver

4 La ley kármica establece que todo deseo humano encuentre satisfacción. El deseo es así la cadena que ata al hombre a la rueda de la reencarnación. Volver

5 “¿Qué es un milagro? Es un reproche,/es una implícita sátira de la humanidad”. Edward Young, en Night Thoughts. Volver

6 La teoría de la estructura atómica de la materia fue expuesta en los antiguos tratados de la India Vaisesikay Nyaya. “Existen vastos mundos en el interior de los átomos vacíos, múltiples como las motas de un rayo de sol”. Yoga Vasishtha. Volver

7 Físico, mental y espiritual; que se manifiestan respectivamente en enfermedad, deficiencias psíquicas o “complejos” e ignorancia del alma. Volver

8 Una ciudad cerca de Benarés. Volver

9 En el camino hacia el Infinito, incluso maestros iluminados como Lahiri Mahasaya pueden sufrir un exceso de celo y ser objeto de disciplina. En el Bhagavad Gita leemos muchos pasajes en los que el divino gurú Krishna castiga al príncipe de los devotos, Arjuna. Volver

10 Una papilla hecha de maicena frita en mantequilla y cocida en leche. Volver

11 Maitra, el hombre a quien se refiere aquí Lahiri Mahsaya, llegó a estar altamente avanzado en la autorrealización. Conocí a Maitra poco después de graduarme en la escuela secundaria; visitó la ermita Mahamandal de Benarés mientras yo vivía allí. Entonces me contó la materialización de Babaji ante el grupo de Moradabad. “Como resultado de ese milagro”, me explicó Maitra, “me convertí en discípulo de Lahiri Mahasaya para toda la vida”. Volver

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